INSTITUTO CULTURAL DE LEÓN

Conjugar la muerte

De todas las acciones que podemos ejecutar, de todos los verbos que podemos practicar, esperar es el más violento
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Francisco Andrade
Saber un poco de gramática puede salvar vidas; por ejemplo, si Karina o Pedro hubieran puesto atención a esta breve lección; uno de los dos habría evitado el trágico desenlace. Pero estaban enamorados.

Ella, de la sonrisa blanca y animal de Pedro, que la hacía aligerar su paso y flotar sobre las calles cuando se sentía bajo su presencia. Desde lejos podía sentir esos dientes salvajes asomándose como luna blanca para influir en su marea.

Por su parte, algo en Pedro se agitaba con la fuerza de los mares cuando presentía el cuerpo ingrávido de Karina. Le atraía esa pequeña mujer de ideas enormes que iba por la escuela atentando contra las monstruosas reglas. Cómo transmitir lo que provocaba la pasión y el deseo desmedido que se mezclaba y lo desbordaba cuando la veía venir. Para él, Karina era un esplendor agitado que salpicaba y se removía como la espuma de las olas que devoran la arena.

En este juego de luna y mar, de pasión y desenfreno, el amor era el astro que ejercía en ellos una atracción bestial. Alteraba sus verbos haciéndolos desvariar y perder el control de sí, como una tormenta que abatía sus pobres corazones y arrojaba sus cuerpos-balsa hechos jirones. Qué desprotegidos quedamos cuando nos inunda el amor.

Y ahí estaban ellos, con sus dieciséis años, navegando la vida, desesperados por la aparición de su luna y su mar, de su tormenta perfecta que apagaba el cielo y conjugaba sus verbos en un nosotros. 

Pero de todas las acciones que podemos ejecutar, de todos los verbos que podemos practicar, esperar es el más violento. Implica la inacción y el sufrimiento. Por esperar, Karina se ahogó en su tormenta. Bebió de tal forma porque sentía que solo así el tiempo se disolvía más rápido; porque el alcohol era la única balsa a la que podía aferrarse para entretener su cabeza. Dejar de pensar, una y otra vez en Pedro, en por qué no había aparecido.

La sonrisa de luna blanca ya no brilló. Estaba cansado de ser el único principio de acción entre ellos. Creía que era su turno de esperar.

Ya no habrá más tormentas.

Mañana, en el funeral tendremos un solo cuerpo, pero dos muertos. En esperar se va la vida, corriendo el riesgo de ahogarnos en nuestra propia tormenta.

Francisco Andrade Francisco Andrade

Escritor, periodista y disidente. Ganador de los Premios de Literatura León 2022 con el cuento Después de esta noche nada será igual, y del Premio Beca Voz Viva: Residencia de escritura del programa Under the Volcano. Ha participado en los libros: Cuentos para romper espejos (Ediciones Periféricas, 2019) y Gracias por escuchar (Resonancia Magazine, 2019). Inventa y escribe historias para poder vivir.

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