El sueño es misterio, verdad y absurdo, es la desnudez de traer la conciencia libre y suelta en un mundo que parece, pero no es, que se siente sólido pero que se esfuma sin avisar.
De los sueños se nutrió el movimiento surrealista que después de la Gran Guerra intentó sobrepasar lo racional, que tanta desgracia había traído, para impulsar lo irracional tratando de entrar en un mundo onírico mediante la expresión automática del pensamiento del subconsciente para conseguir, según palabras de André Bretón: “un dictado del pensamiento, sin la intervención reguladora de la razón, ajeno a toda preocupación estética o moral". Alcanzando la región del intelecto donde el ser humano no objetiva la realidad, sino que forma un todo con ella sin la acción censora de la conciencia.
Leonora Carrington (Lancashire, Inglaterra, 6 de abril de 1917-Ciudad de México, 25 de mayo de 2011) pintó sueños, escribió sueños, vivió sueños y cocinó sueños, porque era una surrealista.
Parece ser que en los sueños no podemos leer, pero podemos comer y guisar. Las dádivas de la mesa y la mesa misma están cargadas de sentido y encuentran su proceso natural de aparición para esta necesidad de crear que Leonora descargaba en su cocina, en donde la metamorfosis de la materia mutaba en nuevas e inesperadas sustancias, proceso alquímico mágico, derivando en una cocina fantástica que representa abiertamente su desafío a la carga que supone la obligación ancestral de la vida mujeril en la cocina, esa hostilidad del encierro en la rutina, ese conformismo lleno de mediocridad que le mataría todos sus instintos si se lo permitiera. Pero no se lo permite. Cocinar en estado surreal es dejar que la automatización del inconsciente tome el control, e increíbles alimentos salgan de la marmita de la bruja-hada que los convocó para volverse terrenales y alimentar cuerpos además de mentes.
“La cocina fue el lugar privilegiado de los encuentros y los afectos para Leonora y su familia. De acuerdo con Homero Aridjis y Silvia Cherem, todo comenzaba en la cocina en donde, según la ocasión, Leonora servía té, whisky o tequila. En este espacio de la casa encontró una relación divergente a su rol de madre y esposa, e hizo del acto de cocinar un proceso lúdico, experimental e irreverente. (…) y recibía a sus visitas alrededor de una mesa redonda en la que había cartas, plantas, ceniceros, botellas, tazas de té y algún dulce”. (Osorio.2021.9)
André Bretón contaba —según Johanna Moorhead— que “recordaba visitas a la casa de Leonora en que le invitaban a degustar complejos platos que habían requerido de «horas y horas de meticulosa preparación», siguiendo recetas de un libro de cocina inglesa del siglo XVI. Una de ellas, recordaba, era una liebre rellena de ostras. La intención de Leonora, en opinión de Bretón, era salvarse a sí misma de lo que él llamaba ‘la hostilidad del conformismo’ (2017.p.134)”. (Osorio 2021.12)
El azar, ese caprichoso espíritu que en días como hoy es mi aliado, pone en mi mesa un pequeño librito llamado La cocina alquímica, (o cómo salvarse de la hostilidad del conformismo): recetario de Leonora Carrington. Editado por la Universidad Autónoma Metropolitana, en donde aparecen una serie de recetas surrealistas que me invitan a soñar despierta mientras floto a la cocina, entre ollas y cazuelas voladoras que comienzan a bailar preparando este guiso que es un sueño.
Cerdo borracho en cama de mariposas
(Adaptación de Ed McCaugham)
“Engadin salió de la cocina. Llevaba un lechón relleno de ruiseñores. Se detuvo son un grito. Delante de ella, una aparición blanca y exultante le cortaba el paso”.
Las hermanas. Del libro El séptimo caballo y otros cuentos. (Leonora Carrington 1937-42).
Ingredientes
1 kg de lomo de cerdo
250 g de higos enmielados o cristalizados (6 a 8 dependiendo el tamaño)
¼ taza de harina
1 cucharada de aceite
2 cucharadas de mantequilla
2 cucharadas de mezcal
2 ½ tazas de vino tinto
1/8 cucharadita de nuez moscada
2 hojas de laurel
Sal y pimienta
500 g de pasta seca de tipo farfalle (mariposas)
½ taza de crema agria
¼ taza de perejil picado
Preparación
Introduce un cuchillo fino y afilado haciendo varios y espaciados agujeros en la carne, lo suficientemente grandes como para introducir los higos.
Coloca los higos dentro de la carne.
Esparce la harina en una tabla o papel encerado y rueda la carne hasta cubrirla. Vierte en una olla grande el aceite y la mantequilla; calienta hasta derretir. Agrega la carne y dora por todos lados.
Añade el mezcal y luego el vino.
Agrega la nuez moscada, las hojas de laurel, la sal y la pimienta. Cuando el vino hierva, tapa y cocina a fuego bajo al menos durante 3 horas, dando vuelta a la carne ocasionalmente. Pasado el tiempo, apaga el fuego y deja reposar la olla cerrada durante 15 minutos.
Retira la carne de la olla y corta en rebanadas de 1 centímetro.
Incorpora la pasta farfalle al líquido que quedó en la olla y cocina por 8 minutos o hasta que esté cocida. Añade la crema agria.
Emplatado
Coloca la pasta como base y la carne rebanada encima de ésta. Se puede adornar con perejil y pimienta fresca.
Bibliografía
La cocina alquímica (o cómo salvarse de la hostilidad del conformismo): recetario de Leonora Carrington. Osorio Olave Alejandra, et al. 2021.Universidad Autónoma Metropolitana. México.