Buggs Bunny también hizo su parte comiendo a dos cachetes las más anaranjadas, magníficas y suculentas zanahorias de todos los tiempos, cargadas de betacaroteno que, transformado en vitamina A, compone el retinol, esencial para tener un par de ojos agudos, alertas especialmente durante la Segunda Guerra Mundial, cuando se requería tener una muy buena vista para escrutar el horizonte marino en busca de barcos o periscopios de submarinos enemigos, los cielos en busca de aviones y las calles, de espías.
Aunque nunca he probado las bayas rojas y bonitas de la zarzaparrilla de los pitufos, con gusto haré una buena mermelada cuando las encuentre, pues parece que estas coloradas esferitas impiden que el ácido úrico te arruine los riñones, te duelan los pies por la gota y tu piel se llene de acné.
Los japoneses comen bien y sano hasta en las caricaturas, Son Gokú come mucho de todo, pero los fideos son su platillo favorito mientras que Sailor Moon muere por sus Bento (El bentō (en japonés, 弁当 o べんとう) es una ración de comida preparada para llevar, bastante común en la gastronomía japonesa. Tradicionalmente suele incluir arroz, pescado o carne y una guarnición o acompañamiento a base de verdura. Está hecho a mano y suele ir en una bandeja o recipiente al uso, como cajas de madera). (https://es.wikipedia.org/wiki/...).
Las películas del estudio Ghibli son una delicada belleza de principio a fin, y la comida que aparece en ellas es un poema, basta recordar “el salmón con bechamel de Porco Rosso (1992), los bollos rellenos de carne, la sopa de dumplings gigantes y el pastel esponjoso de El viaje de Chihiro (2001), el desayuno mishmash de La colina de las amapolas (2011), los fastuosos bentos de Mi vecino Totoro (1988), el ramen que devoran Ponyo y Sosuke en Ponyo en el acantilado (2008) o las gachas de arroz de La princesa Mononoke (1997)”.
(https://elcomidista.elpais.com...)
Ahora, si tu personalidad gastronómica se acerca más a la de Pedro Picapiedra, unas costillas de brontosaurio son lo tuyo, nada hay más prehistórico y cavernícola. Para tu apetito feroz una hamburguesa gorda, del tamaño de un plato como las de Pilón, y por lo menos cuatro pizzas chorreando salsa y queso derretido, si eres fan de las Tortugas Ninja. En caso de que te quedes con hambre, Bob Esponja se podría discutir con un par de cangre-burgers, que son más pequeñas, le salen buenísimas y podrían dejarte espacio para las galletas de Scooby Doo y un sándwich de diez pisos, especialidad de Shaggy.
Si te gusta el asado o si te caíste de pequeño en la marmita de poción mágica, deberás saciar tu portentoso apetito preparando un jabalí a las brasas bañado de una suculenta salsa roja, muy francesa (o belga) como lo hace Obélix, el galo más bello y monumental del mundo.
Una gran lasaña y varios pollos fritos te dejarán hecho un gato gordo y feliz, y si lo rocías todo de cerveza Duff, seguramente llegarás al nivel amarillo de las delicias televisivas.
Hay gente mucho más natural, como Heidi y su abuelo, que cuidan sus chivitas, las ordeñan y hacen un queso que tiene muy buena cara y que se come derretido directamente en el fuego de la chimenea acostado en una rebanada de pan tostado, hecho en casa, seguramente de masa madre. Si pudiera, sería a ellos a quienes yo les tocaría la puerta cualquier día frío de invierno para ver si me invitan a cenar.
¿Cuáles son tus comidas fantásticas preferidas, esas de las caricaturas que te hacen soñar y salivar al mismo tiempo? Compártelo con nosotros y con el resto de los lectores en nuestro espacio de Facebook: Revista Cultural Alternativas o en Instagram y Twitter en @LeoAlternativas.
Para cerrar el artículo no puedo más que hacer un homenaje al gran Remy, talentoso chef capaz de convertir los colores en sabores y también al revés, con esta receta de ratatouille, que es una verdadera magia.
Ratatouille
Es una receta mediterránea muy popular en Francia. Se puede realizar con casi todo tipo de hortalizas. Casi siempre lleva jitomate, berenjena, calabacita, pimientos, cebolla y ajo.
Se trata de cortar finamente en rodajas como monedas, la berenjena (a la berenjena siempre hay que dejarla desflemar sumergida en agua con sal por lo menos una hora antes de cocinarla), el jitomate, la calabacita, la cebolla y los pimientos, que se van colocando alternados como si formáramos un collar de colores alrededor y luego en el centro de una bandeja de horno untada con aceite de oliva.
Cuando tenemos todas las verduras ya ordenadas, agregamos un chorrito de aceite de oliva, sal, pimienta y un poquito de orégano, romero, tomillo y albahaca muy picaditos para aromatizar con estas hierbas provenzales. Metemos al horno a 180 grados hasta que veamos las verduras asadas, pero no muy blanditas. Antes de servir se les añade un hilo finito de aceite de oliva por encima.