INSTITUTO CULTURAL DE LEÓN

La eterna crisis de nuestro cine nacional

El estancamiento del cine nacional como industria, se debe a varios factores que van desde la inversión hasta la formación de audiencias.
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Deusdedit Diez de Sollano
Nuestro cine nacional tiene algunas bondades, eso no lo voy a negar, pero por alguna razón siempre que lo solemos contextualizar en el presente, las problemáticas en torno a su desarrollo, consumo y relevancia siempre son una nube de tormenta dentro de un esperanzador paisaje que de no atender terminará por adquirir proporciones catastróficas, o quizá es algo que ya pasó.

Mucho se ha mencionado de la falta de compromiso de la audiencia moderna mexicana sobre el consumo de su cine y no es para menos ni tampoco son mentiras. No hace falta aludir a la experiencia personal o de unos cuantos porque solo es necesario revisar las cada vez más pesimistas cifras del anuario del IMCINE para corroborar que los mercados del país quedan regulados por muchos baches

Pasar por las 418 páginas del anuario suelta elementos determinantes para entender la crisis del cine nacional. Para 2020, el crecimiento del espectador nacional promedio fue de 7.6 millones entre todos sus productos, para 2021 la cifra bajó a 4.9 millones, un retroceso no solamente menor al del año pasado… el menor en 20 años de estos informes.

Mucho se puede adjudicar a la situación de pandemia y que es algo que afectó al cine de todos los estratos e intereses internacionales, eso es cierto. En medio de una crisis de salud también es que el cine se ha encarecido y la entrada normal que sigue siendo baja a comparativa de Estados Unidos —unos 300 pesos frente a los 64 nacionales— suena loable, pero el cine al ser actividad de índole recreativa que involucra el consumo de productos que están al casi 200 por ciento de elevación de precio del boleto normal, es algo que las familias y asistente individual lo va a pensar seriamente a la hora de asistir a la sala de cine.

Es entonces que las decisiones de lo que se consume quedan relegadas a las oportunidades económicas y estas son definidas en el post cine: el cine que eleva la conversación no del contenido, sino del fenómeno social y nada más. Para dar una idea del secuestro de las salas de este tipo de contenidos: la más reciente película de Spider-man, Spider-man: No Way Home (Jon Watts) fue la película más taquillera del país con 125 millones de pesos relegados en 17 millones de asistentes. La cifra incluso de espectadores es doble de la del año anterior con la película más taquillera, pero Spider-man: No Way Home se proyectó en 7 mil 274 complejos del país de los 7 mil 631 posibles, es decir, que una película ocupó la oportunidad de crecimiento económico del 95 por ciento.

La gente saldrá a la defensa de la película del estudio Marvel como la clásica oferta y demanda, pero al hacer eso se encubre la realidad de que el estudio de Disney elabora películas que atropellan las intenciones nacionales al ofrecer pocos espacios que ni siquiera alcanzan al margen legal del 10 por ciento de las salas de cine por complejo.

E incluso llegaría a cuestionarse que este fenómeno de ilegalidad no ocurrió considerando la falta de estreno nacional en la misma fecha que la película del amigable vecino arácnido… bueno, ese es el problema principal.

El número más preocupante que arroja el compendio es la participación del estado en el fomento de desarrollo de proyectos cinematográficos. El destino del presupuesto de proyectos de generación cinematográfica adjudica un 42 por ciento dentro de la categoría de producción, cifra que no suena mal, hasta que se desglosa el restante: ninguna otra arista de apoyo gubernamental se acerca siquiera a esa cifra.

El más cercano es el 23 por ciento de apoyo a guión, seguido del 14 por ciento destinado al desarrollo de proyecto; distribución, sin duda alguna el segmento más importante después de producción, sólo cuenta con un 7 por ciento.

Esto en pocas palabras dice que en México tenemos directores, escritores, actores y camarógrafos, tenemos ideas… pero no tenemos apoyo dentro de la estructura más primordial del cine, la de generar ingresos en la sala. Hacemos muchas películas pero no podemos ver esas películas.

Y entre los dimes y diretes del Tratado de Libre Comercio entre Estados Unidos, México y Canadá (con una división bastante agónica en la categoría de cine), la falta de educación de audiencias con respecto al peso de sus boletos en la aspiración cinematográfica y la evidente popularidad del monopolio de género en comedias desechables nacionales… lo cierto y triste, es que el cine nacional, el cine que vale la pena, ya no es para el cine.

Cineastas han encontrado que su acervo queda restringido al área del streaming con mayor adepto de audiencias, y eso si bien es un logro para la posible recaudación de sus sueños y esperanzas regidas en producciones cinematográficas, lo cierto es que es un enorme fracaso para la industria que no deja de ver a figuras como Los tres compadres (Cuarón, del Toro e Iñárritu) como aspiraciones que cada vez se ven tan posibles como encontrar un billete de lotería ganador en una montaña de basura.

A ver cómo nos va el próximo año, supongo que es lo único que podemos decir.

Deusdedit Diez de Sollano Deusdedit Diez de Sollano

Crítico de cine radicado en la ciudad de León, Guanajuato. Escribe para Zona Franca y también en la plataforma del Festival Internacional de Cine de Guanajuato —GIFF— donde además labora como curador y partícipe del proyecto El salón de la crítica, que busca encontrar plumas referentes al oficio de crítica de cine en nuestro país.