El cine, al igual que la música, opera con realidades. Por eso estoy en contra de los intentos de los estructuralistas de considerar el plano como signo de otra cosa, como resultado de un sentido. Esta es una trasposición meramente formal, falta de crítica, de métodos analíticos propios de otras artes. Un elemento musical no tiene intereses ni ideología. Y también un plano cinematográfico es siempre un fragmento de la realidad carente de ideas.
Andrei Tarkovski
Andrei Tarkovski comprendió a la cinematografía como una manera de esculpir en el tiempo, de construir realidades que pueden palparse a través de la visión. De comprenderlas como algo real por el simple hecho de que podemos verlas con ojos propios.
Existe, indudablemente, una relación directa entre la imagen y nuestro pensamiento, la forma en que ordenamos ideas y las convertimos en narrativa. Nuestros recuerdos, que si bien pueden evocar a múltiples formas sensoriales, tienen un carácter visual del que es difícil desprendernos. La imaginación, al tratar de materializarse, lo hace en gran medida transformándose en imágenes concretas. Es ese algo material lo que dio pie a la gran historia íntima tejida entre la luz y las ideas: la manera de captar imágenes, movimientos, expresiones y emociones a través del cine, ese medio de creación artística que cautivó a la humanidad desde sus primitivos inicios. La idea de la imagen en movimiento capturada y trasladada a la narrativa cambió nuestra forma de pensar e imaginar para siempre.
El cine, en su naturaleza audiovisual, aún comprendiendo la necesidad de ligar ambos espectros —el visual y el sonoro— nace técnicamente mudo. La imagen lo fue todo. La fotografía en su carácter estático sintetiza el movimiento, la relación del tiempo y espacio se congela en el encuadre, mismo que para su narrativa en la composición de la imagen, busca la armonía en las voces dictadas por la estética pictórica y de las artes plásticas. En el cine, el canon se transfigura al dotarse de una cualidad única: el movimiento, haciendo ahora que la imagen, en lugar de congelarse en un instante, se fragmente en múltiples partes dándonos la ilusión de su paso, de fluir entre los bordes del encuadre, de perpetuarse dinámicamente en la pantalla cinematográfica.
Los primeros grandes pasos hacia una experimentación visual dan con los hallazgos de los poderes mágicos de la cámara para describir, contar y, sobre todo, transmitir con una sensibilidad expresiva aquello que parece ser abstracto e intangible, lo sentimental. La relación entre pensamiento e imagen, entre director y cinematógrafo, sea tal vez, entre todas las relaciones que existen dentro de un equipo creativo en la realización cinematográfica, la más íntima de todas.
Decidir qué podrá ser visto y cómo será visto entre las paredes de un encuadre tendrá una relación directa con la manera en que nosotros, los espectadores, abstraídos de nuestras propias realidades en ese espaciotiempo en que la luz atraviesa la sala oscura, nos dejamos llevar por el camino de la narrativa, de aquello que comprendemos y sobre todo, de aquello que sentimos.
Cuando el cine irrumpe en la historia de la humanidad, lo hace de manera definitiva para mostrarnos nuevas formas de relatar nuestra propia existencia, convirtiéndose en el nuevo canon para, a través de su estética y su lenguaje, dar vida, convertir en algo imaginable, lo que en otros aspectos puede ser intangible o únicamente imaginable, etéreo.