Se cumple un siglo de la partida de Franz Kafka (03 de junio de 1924) y pese al paso de las diez décadas sigue siendo un escritor de los que son considerados como “tienes que leerlo”.
La metamorfosis es su obra más reconocida, pero no la única y, desde el punto de vista de esta redactora, es una gran texto que se disfruta más cuando has llegado a un momento de la vida donde eres capaz de comprender el temor y la desesperación que vivió Gregorio Samsa al despertar y darse cuenta que era un bicho.
Franz Kafka nació en Praga en 1883 bajo el seno de una familia judía, acomodada y de habla alemana. Hijo del comerciante Hermann Kafka y de Julia Löwy; tuvo seis hermanos, dos de ellos fallecieron —Georg y Heinrich—, por lo que creció con sus tres hermanas:
Gabriele («Elli»), Valerie («Valli») y Ottilie («Ottla»), quienes murieron en campos de
concentración alemanes.
A los 14 años, comenzó con sus primeros intentos como escritor y, aunque percibió la diferencia de escritura entre sus trabajos y los de sus compañeros de clase, terminó por destruirlos. Ya en el ámbito profesional y pese a que sus padres deseaban que él diera continuidad al negocio familiar, optó por otro camino, aunque la voluntad del padre sí terminó pesando.
Comenzó a estudiar Química en la Universidad de Praga, pero solo aguantó dos
semanas. A continuación, probó también Historia del Arte y Filología alemana,
pero finalmente, obligado por su padre, estudió Derecho. Alfred Weber (hermano
de Max Weber), profesor de sociología, ejerció una enorme influencia sobre Kafka
y dirigió su tesis doctoral. A Kafka le impresionó la forma en que Weber analizaba
la sociedad industrial y sus peligros. Obtuvo el doctorado en leyes el 18 de junio
de 1906.
Así como se menciona, el poder que Hermann ejercía sobre Franz era abrumador, tanto así que el escritor le dedicó una carta que nunca llegó a su destinatario y la cual abordaremos más adelante en este número de Alternativas.
Pero ésta no es la única ventana literaria que deja entrever la relación padre e hijo, en “La condena (1913) narra la historia de un padre ya viejo y aparentemente enfermo que logra recobrar de repente la vitalidad y su autoridad opresiva para maldecir a su hijo, que tan sólo deseaba vivir su propia vida.
La particularidad de esta obra es que fue escrita de una tirada, desde las diez de
la noche hasta las seis de la mañana. Según cuenta Kafka en su diario personal,
cuando la terminó temblaba y tenía las piernas entumecidas de estar tanto tiempo
sentado; las pocas fuerzas que le quedaban las aprovechó para irse a la cama y
dormir de un tirón”.

Como lector, ¿cuántas veces no has imaginado conocer a tu autor favorito más allá de sus
obras? Franz Kafka, seguramente sin imaginarlo, nos da la posibilidad de ir más allá a
través de sus diarios, siendo quizá, la forma más íntima que tendremos para conocerlo.