INSTITUTO CULTURAL DE LEÓN

Lo comunitario en la cocina. Ubuntu

Juntos en la cocina, herederos del banquete, comiendo en comunión.
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María Luisa Vargas
"Ubuntu es una forma de estar en el mundo. Es una palabra que condensa la verdadera esencia de lo que es ser Humano. Mi humanidad está intrínsecamente vinculada a la tuya y, por lo tanto, soy humano porque pertenezco, participo y comparto el estar en comunidad. Tú y yo estamos hechos para la interdependencia y para complementarnos mutuamente." Desmond Tutu.

Mordiendo una manzana pienso en la primera… aquella que tantas tribulaciones trajo a Eva y a todos sus hijos, y si bien es cierto que toda su parentela nos la podemos comer así nada más, arrancada del árbol, igual que los pájaros, las ardillas, los monos y cualquier cantidad de insectos, lo cierto es que sólo a nosotros se nos ha ocurrido meterle mano, desobedecer la crudeza del Edén y salirnos con la nuestra, transformarla en puré, strudel, compota, sidra, y otras cosillas por el estilo. Somos muy desobedientes por naturaleza. Ni modo. No nos conformamos con el mundo, no nos aguantamos las ganas de cambiarlo todo a nuestro gusto y esa humanización de todo lo que tocamos, es, en pocas palabras, la cultura.

Además, tampoco aguantamos andar por ahí solos, como alma en pena… los humanos somos gregarios, montoneros y chismosos. Nos lo contamos todo, cada nuevo descubrimiento, cada experimento y su resultado, cada novedad entra en el acervo colectivo y se vuelve historia de todos, conocimiento de todos, herramienta y sobrevivencia de todos. Nadie es solo, todo es uno y uno es todo umuntu, ngumuntu, ngabantu, que en zulú significa una persona es una persona a causa de las demás. Y así, aún el náufrago más solo, tiene a su lado a toda la humanidad que lo gestó. Sabiduría acumulada.

Masticando un poco la misma manzana, saboreo su origen en los bosques lejanos de Tian Shan, una zona límite entre China, Kazajistán y Kirguistán, en donde hombres y mujeres las probaron, vieron que eran buenas y se juntaron para comenzar a cuidar y desarrollar los primeros manzanos hace unos 10 mil años. Infinitas conversaciones, gigantescas cantidades de tiempo y de espacio, trabajo humano, expediciones, medios de transporte, comercio y mercados después, hicieron que llegara hasta la tiendita de la esquina esta dulzura pequeña y redonda a la que mi bisabuelo hubiera exprimido para convertirla en sidra, mi madre la hubiera cocido con canela para rellenar un pay y yo, en pocos meses, rasparé suavemente con una cucharita para ponerla en el piquito nuevo de un nieto bebé que entrará al mundo del sabor de la manzana mítica, religiosa, nutritiva, alegre y buena. Esta manzana lo ayudará a crecer y a creer en su tribu, en las bondades del alimento, en el cuidado de su madre y de todas las madres y padres que le antecedieron. Pequeño humano, heredero de todo, partícipe del banquete.

Las personas nos transformamos, nos impactamos unas a otras, igual que los alimentos individuales que aprendimos a mezclar para lograr sabores y texturas inimaginables, mucho mejores que la suma de sus partes. Alimentos complejos, enriquecidos en todos sus niveles como resultado del trabajo en equipo, ese juego en el que participan ingredientes que nunca se hubieran conocido si los humanos no los hubiéramos juntado accidental o intencionalmente. Comunitario, todo es comunitario. Comunitario el mole y los tamales, y el pan y la taza de café de cada mañana. Comunitarios los taquitos de guisado alrededor del carrito en la calle de todos, el almuerzo a media mañana unos parados y otros sentados.

Comunitaria es la metáfora que vive en cada guiso; así, un taquito de guacamole es una polifonía deliciosa en donde el aguacate, que lleva la voz cantante, armoniza con sus paisanos, el indomable chile serrano y la sagrada tortilla de maíz y también con los que llegaron de lejos: la belleza egipcia, nacarada y brava de la cebolla, y las hojitas perfumadísimas del cilantro, también faraónico, para lograr un equilibrio perfecto en donde cada uno desempeña su mejor su papel en favor del equipo, nadie protagoniza ni roba cámara, los elementos se entrelazan, cantan, bailan… y luego está por ahí, en el bajo continuo, detrás del escenario, la sal. La sal universal, la imprescindible, tan generosa de sí misma. A ella solo le preocupa que los demás se luzcan, que brillen. La sal está detrás de todos, con su bajo perfil, su sabiduría acumulada. Otra vez. 

Los platos de nuestra mesa traen lo comunitario metido en el corazón, así también nosotros cuando cocinamos juntos en la casa familiar, entre lágrimas de cebolla o de las otras… risas y confidencias. Comunitaria la comensalidad por los milagros que suceden cuando dos o más se sientan lado a lado a comer, a decir, a mirarse. Alimentándose enteramente. 

Ubuntu para comer, para cocinar, para vivir y caminar. Para crecer sanitos. Todos juntos.

María Luisa Vargas María Luisa Vargas

Licenciada en Comunicación por la Universidad Iberoamericana León y Maestra en Cultura y Arte por la Universidad de Guanajuato. Ha dedicado más de veinticinco años a la docencia de la historia, la comunicación y la cultura en la Universidad de Guanajuato y en ICON University. Se especializa en la investigación y difusión de las relaciones culturales que vinculan al ser humano con la comida y la cocina como expresión cultural constructora de la identidad de los pueblos. Escribió el libro Meditaciones de Cocina Íntima participante del II Foro mundial de la Gastronomía. Además de escribir para la Revista Cultural Alternativas, colabora para algunas revistas en línea. Es guionista y locutora del programa radiofónico De cocina y otras maravillas…, de Radio Universidad de Guanajuato.