INSTITUTO CULTURAL DE LEÓN

Luz María Rivera

Conoce la vida de la maestra Lucha, una mujer dedicada a la cultura y la comunidad.
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Edgar Aguirre
La leonesa Luz María del Refugio Rivera Nava es ejemplo de una vida dedicada a los demás, al desarrollo de una comunidad hermanada, arraigada y vinculada fuertemente con el arte y la cultura.

Originaria del barrio de San Juan de Dios, a la que considera su patria chiquita, la maestra Lucha, como es mayormente conocida, concibe al arte, muy en especial a la música, como parte innegable de su ser, lo que asegura estuvo determinado desde el día de su nacimiento pues sucedió exactamente en una fiesta realizada para la celebración del santo de su mamá.

Desde pequeña estuvo cercana al ámbito musical pues sus padres, sin ser profesionales en la materia, gustaban de dicha disciplina, tanto así que se conocieron mientras compartían clases de guitarra, ella como estudiante y él como instructor; posteriormente, su madre seguía siendo asidua al canto y su padre a la ejecución de instrumentos. Esto por supuesto despertó una gran sensibilidad y marcó parte de la vida, no solo de la pequeña Luz María, sino también de sus dos hermanas.

“Cuando tenía tres años, teníamos unos familiares con una tienda de zapatos, del tío Taurino a quien, curiosamente, le gustaba mucho el tema de la tauromaquia; siempre que veníamos al centro y visitábamos la tienda me encantaba, porque cuando llegábamos nos sentamos en las sillas donde se prueban los zapatos y me decía mi tío «Luchita, ¿me cantas una canción?», yo ‘volada’ y para pronto me tomaba de la cintura y me sentaban en el mostrador y empezaba yo a moverme, y Taurino le preguntaba a mi mamá «¿por qué se mueve tanto la niña?», y le decía ella «es que no quiere estar sentada quiere que la paren porque le gusta moverse». A él le gustaba que le cantará Madrid y a mí me gustaba estar con los pies en la tierra para poder moverme al cantar, siempre me gustó”.

Es notorio el júbilo con el que anda por la vida, el que seguramente impregna en cada una de las acciones que realiza, ya sea al cantar, bailar, cocinar o al apoyar fervientemente en alguna actividad a cualquier persona que así lo requiera, una más de sus virtudes; “soy fiestera y de alguna manera si puedo apoyar lo hago, y lo hago con todo el corazón”, comparte emocionada.

Maestra de profesión; ahora se encuentra jubilada, “soy del gremio de los jubilosos”, bromea mientras cita dicha frase de una de sus amigas. Su madre siempre fue muy estricta y fue por ella que se decidió su paso por la mencionada carrera que, a pesar de su apresurada negativa, la llenó de grandes satisfacciones.

“En un inicio no fui maestra por vocación, yo quería estudiar medicina pero era muy difícil que los papás dieran permiso tan fácilmente a una mujer de estudiar medicina. Mi mamá era maestra y entonces dijo «no, medicina no, maestra», pues maestra… y si vuelvo a nacer, vuelvo a elegir ser maestra; es una carrera que me ha llenado de satisfacciones, de conocimiento, de las personas, de querer a los jóvenes, a los niños”.

La maestra Lucha se considera una persona común pero que cuenta con ciertas características y una manera de ser que la identifica, entre ellas podemos destacar la alegría que se nota a simple vista, su gusto y ganas de impulsar el arte, su amor por la música y el canto, una sensibilidad que se vuelca hasta las lágrimas, el deseo de ayudar al prójimo y, por supuesto, su constante participación en la vida social y cultural.

Aunque ya conocía algunas cosas sobre el lenguaje musical, enseñadas por su padre, fue hasta alrededor de los 45 años que se involucró de una manera más formal al ingresar al taller de Solfeo de la Casa de la Cultura Diego Rivera, para después seguir con clases de piano y canto, en la misma sede. Actualmente, la maestra forma parte del Grupo Oasis, agrupación representativa de León con más de 70 años de labor en la promoción de la cultura a través de música popular, boleros, zarzuelas; así como de diversas actividades que han permeado en las tradiciones de la ciudad.

“El contacto con la música me da vida, me reanima”, asegura Luz María, quien además de adentrarse en este maravilloso mundo, también se unió al taller de Literatura en la Diego Rivera, al cual perteneció por alrededor de diez años, así como al de Historia del arte; actividades que le dejaron un gran sabor de boca tanto en la riqueza de los conocimientos adquiridos como en la integración de una verdadera familia que a la fecha sigue conviviendo y disfrutando de grandes momentos.

Sus experiencias sobre el escenario han sido vastas, muchas de ellas compartidas con artistas del municipio y la región; su estilo particular, aunado a su facilidad de ‘romper el hielo’, asegura, le han llevado a poder compartir su gusto por la música con las y los leoneses.

“En una presentación al final del curso le dije al maestro que quería tocar vals Olímpica, que mi papá le tocaba a mi mamá y que yo incluso lo llegué a acompañar. Salí y la gente me aplaudió, me senté al piano y cosa curiosa, yo no soy nerviosa normalmente, pero no encontraba la tecla donde iniciaba el vals que era un ‘la’, pero yo sonriendo y viendo el teclado, pesqué la tecla y empecé a tocar… La gente me aplaudió y me metí al camerino, y el maestro me dice «y la tercera y la cuarta parte», ¿y quién se dio cuenta?, le dije, nada más usted y yo porque lo conocemos; usted ha dicho que jamás hagamos caras de susto porque se nos olvidó o no sabemos porque entonces la gente se da cuenta, yo seguí su consejo y se me olvidó la segunda parte pero le di un final muy bonito”, relata alegremente, compartiendo así una de las tantas memorables anécdotas que le ha dejado su gran pasión por la música.

La vida religiosa, sobre todo del Barrio Abajo (como también es conocido San Juan de Dios), es otro de los temas importantes en su vida y labor; el templo ubicado en el jardín de dicho barrio tiene un significado muy especial, pues en ese lugar se han desarrollado todos los eventos religiosos de su vida familiar: bodas, 15 años, misas fúnebres… Las ganas de abonar al bien común llevaron a que la maestra, en conjunto con un grupo de señoras y con el importante apoyo del padre David Alba y el arquitecto Juan Antonio Camacho, constituyeran un patronato que diera seguimiento a la restauración de su querido templo.

“Las señoras tuvieron a mal nombrarme a mí como presidenta del patronato, entonces pues idas y venidas a Guanajuato, a México, a Conaculta y a ver con gente todo lo habido y por haber, hasta que se consiguió que se arreglaran que se restaurar jardín y la gente cree que soy muy importante pero no, no soy importante, soy metiche, me encanta apoyar las obras que sé que van a trascender y que sé que van a ayudar a educar a los niños”.

La maestra Lucha asegura que aún hay muchas cosas por hacer, pero agradece que a lo largo de su camino ha tenido la oportunidad de realizarse en muchos aspectos. Su noble corazón es evidente, basta con mencionar que, por azares del destino, de la noche a la mañana se convirtió en madre y abuela, al fallecer una de sus hermanas y quedarse a cargo de sus dos hijos y dos nietos; esto solo al mencionar los lazos de sangre pues, con desbordada emoción, acentúa los vínculos tan fuertes que se crean en la vida, al referir que: “Dicen que la mujer solamente se realiza siendo madre, pues yo tengo el orgullo de decir que he sido más madre que muchas porque he tenido muchos hijos”.

Los ánimos no decaen cuando se trata de continuar aportando a su comunidad a través de diversas trincheras. En este quehacer, Luz María desea seguir impulsando la generación de actividades artísticas sobre todo en zonas marginadas, motivando especialmente a que niñas, niños y jóvenes sientan que el arte es parte de la vida y del ser humano, y que “el espíritu también tiene que alimentarse y el arte es alimento”.

Edgar Aguirre Edgar Aguirre

Comunicador con experiencia en producción televisiva y desarrollo de contenidos sociales y culturales. Se ha desempeñado en áreas de Comunicación y RRPP en asociaciones civiles y empresariales. Aprendiz de poeta y músico.