Vivir de nuestros sueños es un privilegio de aquellos afortunados que supieron aprovechar sus oportunidades y entendieron que la voluntad es más fructífera que el talento; esta es la historia de Gabriel Galicia.
Gabo llegó a León a los 9 años. Originario de Ciudad de México, encontró en la capital del cuero y el calzado una tierra ajena y confusa, aquí Octagón y Máscara Sagrada no eran los héroes de los niños; él era un niño aficionado a la lucha libre y en su nueva ciudad el fútbol era religión.
“El primer choque fuerte que tuve de convivencia es que yo nunca, nunca había jugado fútbol, nunca había visto un partido de fútbol, no lo entendía, no me gustaba, en mi cabeza no existía el fútbol. No conectaba con los chavitos y no podía jugar con ellos. Entonces me la pasaba en mi casa jugando videojuegos, viendo caricaturas”, cuenta.
En cuanto a habilidades artísticas, Gabo no recuerda haber nacido con la inquietud o el talento para el dibujo, su acercamiento, de hecho, fue un suceso muy particular. Raciel, un compañero de la escuela, dibujaba constantemente en el salón y él, sorprendido, le pedía que le dibujará a sus personajes favoritos.
“Al principio me decía que sí. Un día yo creo que se hartó y me dijo «no, ya hazte tú tus dibujos»”, comenta divertido.
“A partir de los 10 años, 10 y medio, ya no dejé de dibujar. Empezar a dibujar fue ese vínculo para llegar a crear personajes como esos que estoy viendo, era ese deseo como de «puedo crear eso que está en mi cabeza»”, agrega.
El dibujo y la ilustración fueron la manera en que Mr. Lemonade fue generando su propia identidad, encontró ese ‘algo’ que lo apasionaba y que al mismo tiempo lo conectaba con los demás.
“Era una forma también de empezar a generar una identidad propia. Siempre me ha gustado ser el centro de atención. Entonces en ese momento era difícil porque como era el rechazado, ahora ya era Gabo, ya no era el niño nuevo o el raro, sino era Gabo el que dibujaba. Eso me gustó mucho y eso fue lo que me alimentaba a seguirlo haciendo”.
A partir de ese momento, el joven ilustrador se obsesionó con esa pasión y entendió que además del talento, era necesaria la voluntad de hacer las cosas.
“En mi caso, fue más ese deseo de «quiero lograrlo», a lo mejor, a lo que se me daba. Pareciera que se me dio fácil, pero hubo mucho trabajo, yo hacía 10, 12 Gatos Samuráis al día. Es la obsesión de quererlo hacer”, explica.
En cuanto a lo profesional, tuvo muy claro desde muy chico qué quería hacer, supo que en el diseño gráfico podía seguir dibujando y haciendo carrera.
“Yo salía al supermercado y veía las cajas de cereal y decía «yo quiero hacer esos personajes. Yo quiero hacer esa marca de ropa»”.
A los 17 años entró a trabajar a TV4 como conductor en un programa infantil, labor que durante 12 años combinó con estudios y otros trabajos en distintos espacios y formatos; además de la experiencia técnica que adquirió, se encargó de establecer relaciones y contactos con personas que luego lo impulsaron o colaboraron con él para consolidar su carrera como ilustrador y el querer ser siempre el centro de atención le ayudó incluso a quitarse miedos para lograr su propósito.
Mr. Lemonade recuerda que una ocasión, en la secundaria, un profesor le quitó su cuaderno lleno de dibujos y los exhibió en el periódico mural como una forma de evidenciarlo, pero el resultado fue la admiración e interés de sus compañeros e incluso de profesores.
“Los compañeros llegaban y me decían «Oye, me regalas ese» y yo así de: «Pues vayan y arránquenlo». Yo digo que fue mi primera exposición, involuntaria”.
En esa mecánica cíclica de la vida del adulto en donde trabajar, producir, vivir y respirar deja poco espacio para lo que nos apasiona, Mr. Lemonade comenzó a subir sus ilustraciones a Behance y a partir de ahí se dio cuenta de que su talento gustaba en otras latitudes; luego dejó de ser solo admiración y se convirtió en comercialización, comenzó a vender sus dibujos.
“Empiezan a salir ahí algunos proyectos para marcas en otros países, en Europa, en Estados Unidos, proyectos pequeños, pero que ya era como «oye, de esto se puede vivir». Recuerdo la primera vez que nos pagaron en dólares”, comenta emocionado.
Fue así, con esa claridad de saber que alguien estaba dispuesto a pagar por su trabajo, por sus dibujos, que Gabo y su esposa Caro (también ilustradora, creativa y creadora) reunieron el valor que requiere cualquier aventura y dedicaron sus sueños, tiempo y energía a vivir de hacer dibujos.
Gabo consiguió un proyecto que significaba tres meses de su sueldo y con ese colchón, se entregó a sus sueños.
“Y afortunadamente así ha sido. Esos tres meses de sueldo se han convertido en casi 12 años de vivir de forma independiente. Y está padre, pero fue gracias también a todo ese trabajo, a todas esas relaciones”, apunta.
En esos 12 años de una exitosa trayectoria, Mr. Lemonade ha creado campañas para marcas muy importantes a nivel internacional, pero en su corazón hay tres que lo han marcado como ilustrador.
“El empaque de Día de Muertos de Tostitos, era ver el empaque en toda la República, salir al Oxxo, salir al supermercado y verlo ahí, fue como el primer ¡wow! mi trabajo está en todos lados. Ese sueño de chavito de ir al supermercado y decir «yo quiero dibujar, ahí estaba»”.
Otro trabajó que lo marcó fue diseñar una carta para la colección digital de Playing Cards; para Gabo, uno de sus mejores trabajos técnicamente hablando. Y por último, pero no menos importante, la campaña para Adidas, su marca de ropa favorita.
“Fue la primera vez que mis personajes traían ropa de Adidas oficial porque era así, tal cual me dijeron «necesitamos que tus personajes se vistan con nuestra marca»”.
Mr. Lemonade es un artista leonés consolidado en el mundo de la ilustración y aunque hoy vive de hacer monitos, su sueño de niño, él sabe que ―afortunadamente― aún hay mucho camino que recorrer.
“Estoy en camino de seguir cumpliendo mi sueño, no podría decir que ya llegué a la plenitud, me gustaría primero hacer otro tipo de proyectos, proyectos mucho más grandes, mucho más retadores… El estar lejos de cosas que me gustaría cumplir más allá de verlo como algo negativo, lo veo como algo muy positivo porque sé entonces que tengo mucho por hacer para llegar a ese punto”.
Y entre esos sueños y metas por cumplir, a Gabriel le encantaría reencontrarse con Raciel, saber qué fue de él, si siguió dibujando o se dedicó a otra cosa; le da curiosidad saber si él, que tenía tanto talento para el dibujo, continuó por ese camino o por lo menos agradecerle porque cuando eran niños le dijo “ya hazte tú tus dibujos”.