Es un tiempo-espacio donde confluyen los artífices detrás de las películas que pretenden insertarse en la cadena de la industria del cine, buscar lugares para la exhibición y distribución de sus películas, así como nuevas oportunidades para lanzar sus proyectos. Un festival de cine es, en pocas palabras, un ecosistema ideal en donde se incuba el porvenir del arte fílmico.
Desde hace 25 años, el Guanajuato International Film Festival ha sido nuestra ventana. Aquella que nos ha hecho voltear a diversas miradas particulares sobre el cine, visiones y narrativas que de no ser por la existencia de festivales como el GIFF, tal vez no aparecerían en nuestro radar, normalmente preprogramado para la detección de blockbusters en las salas de cine.
Personalmente, tengo muy gratos recuerdos de mi vida en torno al festival, aún desde los tiempos en que era una especie de trinchera de resistencia y proyección de cine independiente llamada ‘expresión en corto’; aunque sin duda, la más grande experiencia desprendida del GIFF ha sido a través de mi labor docente, acompañando a ya varias generaciones de mis alumnos universitarios a lo largo de una experiencia llamada ‘Identidad y Pertenencia’.
Es a través de esta premisa que, a lo largo de la existencia de este concurso, el cine se ha presentado a cientos de universitarios no solo como una perspectiva de espectador, sino como una oportunidad de observar y narrar sus entornos a través de la cámara y el cine documental. Y más allá de los resultados de un cortometraje y un premio, ‘Identidad y Pertenencia’ es una perspectiva en la que se palpa de primera mano que el cine es una realidad posible, que un entorno puede ser observado y plasmado en imágenes en movimiento. Que el cine puede ser una perspectiva de vida.
El GIFF, a lo largo de sus 25 años, ha sido una ventana para asomarnos a nuestra propia realidad. A nuestra identidad a través del cine.