INSTITUTO CULTURAL DE LEÓN

Visiones nacionales

Nuestro cine de un legado que comenzó con la época dorada del cine mexicano.
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Diego Enríquez
Han pasado muchos años de aquella tildada como gloriosa época del cine mexicano. Guste o no el término, el llamado ‘cine de oro’ marcó en sí una especie de canon que escribió la pauta sobre todo aquello que debiera ser nuestro cine nacional; actualmente, son las voces en resistencia las que lo amplifican.

Las visiones de la ‘época de oro’ que en sus orígenes partieron de las ideas de las vanguardias europeas como el entonces revolucionario cine neorrealista italiano y la indudable marca indeleble dejada por el paso de Luis Buñuel en el cine mexicano, poco a poco fueron deslavándose y convirtiéndose, más que en un canon, en una especie de estereotipo, de dar vueltas a los mismos arquetipos de las formas en que la mexicanidad debiera representarse en la pantalla. La figura del héroe charro cantor atravesó los montes una y otra vez, marcando aquella época como el recuerdo dorado de todo lo que nuestro cine fue.

El paso del tiempo fue cruel con aquella gigante industria en crecimiento. Se dejó de apostar en el cine como una forma de expresión y la turbulenta relación producción-distribución se volvió un territorio hostil para los cineastas. Los años 70 plagaron carteleras con comedias eróticas vacías plagadas de clichés mal adaptados del cine comercial italiano de la época, tal vez como un augurio de lo que sucedería en el tiempo presente, en que el modelo comercial del cine mexicano se ve explotado por comedias simplonas adaptadas del modelo hollywoodense. No hay necesidad siquiera de nombrar títulos para crear una imagen clara de este panorama actual.

Hoy, aquella relación entre la producción y la distribución, por definición de carácter presupuestal y ciertamente necesaria para la creación cinematográfica, vuelve a ser un tormento para realizar cine de calidad, pero es precisamente este ambiente hostil el que se convierte en el caldo de cultivo perfecto para las voces en resistencia, aquellos cineastas que parapetados en la producción independiente lanzan verdaderos ataques al poderoso monstruo de la industria cinematográfica comercial. Más allá de mostrar a nuestro verdadero cine nacional como una especie en extinción, en los últimos años ha mostrado una fuerte vitalidad. Los focos de resistencia siguen en pie de lucha. Y si el monstruo de la distribución no encuentra sentido a vaciar sus arcas en favor del cine independiente, cada vez empiezan a cobrar más vida espacios alternativos, virtuales y físicos, para hacer llegar las películas de cineastas en resistencia.

Partiendo de comprender que la batalla se da en diversos circuitos, hoy los festivales de cine cada vez cobran mayor relevancia en su labor de dar espacio a estas voces, y nuestro verdadero cine mexicano comienza a tejerse su nuevo esquema propio, tanto en un sentido estético como discursivo. Y la lucha no va solo de parte de los realizadores; quienes estamos del otro lado de la pantalla tenemos una gigantesca responsabilidad en que, como espectadores, dejemos de ser oídos sordos a los ecos de estas voces.

Nuestra identidad contemporánea ya no encuentra un reflejo en el macho ataviado de charro, sino en el esquema complejo y multicultural del cual parten estas nuevas visiones nacionales. Y todos somos parte de nuestro cine.

Diego Enríquez Diego Enríquez

Leonés desarraigado nacido a finales de los ochentas. Fotógrafo y realizador audiovisual, amante del cine, el jazz y la gastronomía. Docente de Cine y Lenguaje Audiovisual en la Universidad De La Salle Bajío.