INSTITUTO CULTURAL DE LEÓN

Clean laundry

El placer detrás de la cotidianidad.
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Yareny Ibarra

Desplazarme desde mi casa para ir al tianguis o al Walmart —a pensar cosas— es tardado y queda lejos. Requiere pedir que me lleven, atenerme a alguien más o asumir que tardaré más de una hora en camión (tan solo de ida) y es más que nada por ocio y placer, así que elegir cualquiera de esas dos alternativas ¡ay no! Además, me asusta manejar y usar bicicleta por la Antorcha es cosa de valientes y no creo serlo; por ello, mi vicio de pensar cosas se vio realizado en mis visitas a la lavandería del bulevar, al tiempo que veo cómo los pantalones dan vueltas en la lavadora y escucho los pesares semanales de las señoras que piden pongan el café los sábados a las 7:55 am. De fondo, en la tele aparece un canal con una serie muy mala a la que nadie presta atención.

Acudir a lavar ropa se puede tornar en una actividad recreativa en estos nuevos asentamientos que surgen a la velocidad de la luz en las orillas de la ciudad. Los proyectos de progreso (entre comillas) no siempre vienen con una buena ejecución o una apuesta por mejorar la calidad de la vida. La construcción de fraccionamientos —hogares— en serie, cimienta las desventajas que le acompañan: el tema del monocromatismo y lo microscópico supone monotonía. El contrato también incluye la —no historia— ¿qué existía donde ahora nosotras habitamos? Colonias de nombres con los que no puedes sentir muchísimo apego a menos que seas italiano o alguien con vientos exuberantes. Una de las certezas es que antes era cerro, esa es la explicación para las calles en picada y lo nada animoso que implica andarlas. Árboles chiquitos y sutilmente podados. El asunto del follaje, los rayos cuando llueve y el riesgo de resultar electrocutada no es más un problema. La actualidad llega con la ausencia de cableado, ahora todo es subterráneo. Ya no hay tenis colgados.

En un acto de honestidad, debo puntualizar que aún cuando la lavandería está a tres minutos, con los montones de ropa que dejo acumular no asisto con mucha frecuencia y cuando voy, me llevan. Eso que no quería aceptar en mi disyuntiva de fayuca o el pasillo de los champús y jabones bonitos, pero lavar ropa es cosa de necesidad. 

El sábado pasado regresé y esta vez no me disocié al ritmo del centrifugado. Creí que a la muchacha que atiende le gusta su trabajo. Mantengo firme esta creencia. Mientras yo dudaba si era suficiente jabón para la carga (no lo fue), ella estaba planchando y cantando con todo el sentimiento de alguien que disfruta y le afecta en lo profundo la letra Me dediqué a perderte y me alejé mil veces y cuando regresé te había perdido para siempre

Esta vez en la pantalla no estaba Warner Channel, sino YouTube con una playlist romántica, pero triste. De esas a cargo de Luismi, El Potrillo, Miguel Bosé y, cuando ya había terminado de lavar y llegaron por mí, comenzaron a reproducirse las de Chayanne. Una sabe que en el momento donde él aparece, ya es otra cuestión. 

Le platicaba a J que me acuerdo del primer día de trabajo de la muchacha. Era lunes y había ido temprano a lavar, no había nadie más. El dueño del lugar le explicaba la dinámica. Imagino que fui la primera clienta que atendió y me acuerdo bien porque no dejaba de decirme señora. Un asunto de formalidad. En mis adentros y desconcertada, me preguntaba porqué me llamaba así si probablemente teníamos la misma edad. Que las niñas, niños y todavía, adolescentes, te digan señora, hay entendimiento, pero que alguien que parece ser de tu generación lo haga, sí te trae mucho revoltijo mental. 

Como sea, ella me agrada aunque no sepa aún su nombre. Si bien comparte el melodrama performático musical, por otra parte se percibe seria, sobria y pragmática. Cómo se llama, todavía no, despacio.

Ese día volqué toda mi atención hacia su manera de intensear las románticas. Creo que nunca había visto los videos de Luismi, o no a conciencia, y ¡Ave María Purísima! Ah y tampoco al Potrillo por el Paseo de las Estrellas viviendo la mejor vida dosmilera mientras no le besó el alma cuando aún podía.



Texto elaborado en el taller ‘Crónica Urbana. Caminar y narrar: historias de banqueta’, impartido por Karla E. Gasca dentro de las actividades por la exposición Dos Ruedas: Bicivilizando la ciudad, en el Museo de las Identidades Leonesas (MIL).

Yareny Ibarra Yareny Ibarra

Yareny Ibarra (León, Guanajuato. 1996). Tesista en Filosofía. Ha compartido textos en la plataforma digital Circularias (2022), dentro de la exposición Mujeres. Memorias y Poderes en el Museo MIL a partir del taller de La vida por escrito: escritura autobiográfica (2022) y en la 2da. edición del Eslamaleza, slam de poesía (2023).