INSTITUTO CULTURAL DE LEÓN

Fluir en el arte y en la vida

Las motivaciones e historia de Roberto Mosqueda para dedicar su vida a su pasión por la danza y el teatro.
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Silvia Palacios
Moverse. Fluir. Esa es la clave para lograr los objetivos y retos que van surgiendo, al menos así lo es para Roberto Mosqueda, artista escénico, guionista y gestor cultural leonés, quien desde la infancia descubrió su pasión por el arte.

Nacido en León, Guanajuato, Roberto tuvo su primer acercamiento a la escena artística cuando era niño. No pasaba de los 10 años que descubrió la magia del escenario y el backstage. Fue gracias a su tía Dolores, hermana de su mamá, quien era parte de un grupo de teatro en Irapuato que constantemente se presentaba en el auditorio de la Preparatoria Oficial de esa ciudad. 

Te juro Juana que tengo ganas, de Emilio Carballido, fue una de las obras que presentó su tía y que despertó en Roberto esa primera idea del teatro, además de que, al tener a un familiar en escena, la fortuna de poder pasar de las butacas al escenario sin mayor inconveniente, causaron un antes y después en él. 

“Desde chico siempre iba y veía a mi tía cómo actuaba en el escenario y, obviamente, al final, tú como familiar tenías la posibilidad de pasar al backstage, entonces tengo muy clara la imagen, creo que fue en Te juro Juana que tengo ganas (...), me acuerdo mucho de cruzar ese umbral donde ves de frente toda esta realidad ficcionada, bueno, ahora yo lo describo así, de chavito era para mí como un juego —y lo sigue siendo—, y cómo por detrás ves todo el backstage y toda la adrenalina, o sea, cómo todo esto se gesta y que luego lo vas a ver en la presentación ante el público, y se me hacía la cosa más maravillosa”, platica Roberto. 

A pesar de que el arte estuvo presente en su infancia y que, menciona, se la pasaba disfrazándose y presentando mini obras de teatro a su familia, no fue sino hasta la secundaria que empezó a hacer sus primeros pininos en el teatro. 

Fue gracias a un maestro de natación de la escuela, Francisco Márquez, quien también era integrante del grupo de teatro Luna Negra, que en tercero de secundaria Roberto participó en la obra El censo —también de Carballido—, junto a su amiga Gina Álvarez y varios alumnos más, con los que logró presentarse en el teatro de Lagos de Moreno y el María Grever.

Así, el acercamiento al teatro continuó en la preparatoria donde vivió un momento que lo marcó y que definiría parte de su trayectoria artística. 

“Creo que este es un dato importante porque selló mi destino para siempre. En la prepa hice mi primer monólogo con Francisco, porque yo estaba terco de que yo quería hacer una obra de teatro y una obra de teatro. Entonces Francisco me propone trabajar Sobre el daño que hace el tabaco, de Anton Chejov, que es un monólogo pequeño de Iván Ivanovich, quien es el personaje principal, un hombre que va a dar una conferencia sobre el daño que hace el tabaco, quien en realidad va obligado porque su esposa lo manda a dar esa conferencia y entonces empieza a revelar toda la violencia que sufre a manos de la mujer. 

Realmente mucho de lo que ha marcado mi carrera han sido los unipersonales”, comenta. 

Además, en esa misma etapa tuvo su acercamiento a la danza, que tanto le ha dado. Fue a través de otra de sus grandes amigas, Ana Paula Ramírez, quien en ese entonces practicaba ballet.  

“Yo me acuerdo que veía cómo se movía; que, de repente, estábamos en el corredor de la escuela y agarraba un barandal y se ponía a hacer pasos y yo decía «¡wow! qué hermosura», y por ella empecé a ver mucho el Film and arts, que era el canal de televisión donde pasan ballet y ópera. Yo me acuerdo que a mí me super mega fascinaba, entonces como que ese fue mi primer acercamiento a la danza”. 

Al momento de optar una carrera se fue por Estudios Humanísticos y Sociales en la Universidad de Monterrey. Así inició una nueva travesía, pero en cada paso que daba, el teatro o la danza lo acompañaban.

En su estadía en la universidad, formó parte del grupo de teatro, donde llegaría otro parteaguas en su vida.

“En algún momento, llegué allá e hicimos El diario de Ana Frank, me tocó una participación muy corporal en esa pieza y después hicimos Las Preciosas Ridículas, de Molière, y ese fue el parteaguas con la danza”. Lo fue porque para ese papel se preparó en el rubro de la danza, tomó clases y se apropió del escenario. Tiempo después se unió al grupo de danza de la universidad, Tiempos de danza.

Años más tarde, ya terminada la carrera y de regresó en León, llegó una nueva oportunidad que le cambiaría la vida, pues si bien estaba centrado en su carrera, dando clases tanto de su licenciatura como de danza, no dejaba de lado la expresión artística para sí. 

Fue en un Cervantino que vio a Kibbutz Contemporary Dance Company en acción y quedó fascinado, pero lo mejor estaba por venir, ya que a donde iba, la compañía hacía clases magistrales y audiciones para su Dance Journey Program; en esa ocasión no fue la excepción.  

“Se dio. Audicioné. Me aceptaron. Hicimos toda una recaudación de fondos para poder hacer ese sueño y todo el tema. También ahí nos ayudó el Instituto (ICL), nos prestaron el teatro (María Grever) para hacer una función de beneficio”.

Así, en 2012 se lanzó a la aventura y se fue a Israel como parte de la residencia artística. Su perspectiva del mundo cambió en demasía, pues fue enfrentarse a otro estilo de vida, otra cultura, otra gastronomía, otro lenguaje…

El cambio en su estilo y forma de baile cambió mucho y para bien, fue así que, tras una segunda invitación a la residencia, se quedó varios meses más.

“Yo compartía residencia con otras 20 personas que venían de muchas partes del mundo, muchos eran europeos. Entonces empiezas a ver toda la comunicación que hay entre Europa e Israel para el tema de la danza, porque realmente están muy cerca, entiendes que hay una temporada de audiciones públicas, puedes pedir que te inviten a audicionar y te vas moviendo entre compañías porque las temporadas son de septiembre a junio, más o menos. Entonces como que empiezas a entender eso (...) Sí fue una gran experiencia. El cuerpo se entrena, descubres otras maneras de moverte. La verdad muy chido, una gran experiencia que me cambió mucho”. 

A su regreso a León, volvió a encontrar su mundo en la ciudad; comenzó a dar clases nuevamente y a seguir con proyectos en el teatro. Junto con Paola Arenas, Katia Nilo y con la beca de Impulso a la Producción y Desarrollo Artístico y Cultural (ICL) dio forma a la obra Los Pies del Faro; además el destino también lo llevó a ser guionista y conductor del programa Así me fue, de TV4. La constante en su vida era y sigue siendo el movimiento.

Actualmente, luego de varias producciones, más clases, coordinaciones y convocatorias, Roberto reside en Ciudad de México, enfrentándose a nuevos caminos, nuevos retos. El primero, dar ese gran salto de vivir totalmente del arte.

Luego de diversos proyectos y castings, Roberto fue seleccionado para ser parte de los bailarines del #AutopoiéticaTour, de Mon Laferte. Y por lo pronto continuará en gira con ella durante varios meses más.

“Yo estoy muy agradecido con Mon porque literal me cambió la vida y creo que a todos los que conformamos su equipo de intérpretes dancísticos”, señala.

A la par, continúa trabajando a través del colectivo La Pausa Teatro Danza, junto con la bailarina Paulina del Carmen Fernández, a través del cual “buscamos hacer propuestas artísticas que tengan muy buena calidad, que tengan una narrativa, que busquen cuestionar

y compartir preguntas en torno al mundo que estamos viviendo”.

Roberto Mosqueda, al igual que en la danza, fluye en el día a día, sabiendo que así: trabajando, buscando, yendo a nuevos lugares, se forja su destino.

Silvia Palacios Silvia Palacios

Comunicadora de formación. Ha trabajado en prensa escrita para formatos impreso y web. Actualmente se desarrolla en Comunicación Social. Foodie (por no decir de buen diente), viajera, melómana y entusiasta de la ortografía.