Si nos movemos un poco, la perspectiva cambia; un pelín hacia un lado, hacia el otro, más adelante o más atrás y el panorama se transforma, la perspectiva nos hace verlo y sentirlo de otra manera.
Así, si nuestras labores son demandantes y cada vez más pesadas, si nos sentimos agobiadas, es imperativo que empecemos a buscar estrategias para facilitarnos esa gran tarea de empujar al mundo para que ruede un poquito mejor, pero ¡sin ofrecernos en sacrificio!
Podemos comenzar por regalarnos un ratito de placer comiendo rico y en compañía, poniéndonos de acuerdo para acompañarnos a cierta hora, por lo menos una vez al día, adecuando, arreglando nuestros horarios. Sincronizarnos no es fácil, pero sin duda es un poco menos difícil si encontramos una comida provocadora, apetitosa, familiar, nutritiva, placentera no solo para los comensales sino también para los que cocinamos. Si contamos con que al llegar a casa tendremos ya un montón de atajos que nos llevarán a salirnos con la nuestra a la velocidad del rayo, la vida nos costará menos trabajo.
Esos atajos que parecieran requerir de la magia son mucho más simples de lo que parece. Primero que nada, para comer sano, natural, nutritivo, bueno, bonito y barato tenemos que desterrar para siempre, por favor, a esos terribles productos comestibles ultra procesados, que no son comida, sino baratos mata-hambres de lo más mortales. Todos esos productos industrializados elaborados con cientos de impronunciables ingredientes químicos que parecen pan, pan dulce, sopitas con el amor de mamá, yogures, quesos, salchichas; no son más que pálidas sombras de lo que una vez fueron esos alimentos maravillosos.
Atajos para sobrevivir a los alimentos ultra procesados y no morir en el intento. Primera parte:
Mercado vs súper. No es más tardado y sí mucho más barato y natural. Una vez que hayamos hecho conexión interior (que suele durar mil años) con nuestro o nuestra marchanta, podemos estar seguros de que en muy pocos minutos tendremos en nuestra gran saca de plástico, las mejores frutas y verduras de la temporada (que son más baratas y que han madurado a su tiempo), hierbas de olor, chiles secos, elotitos desgranados, chícharos ya pelados y paquetitos de zanahorias, acelgas, papa y col finamente picadas listas para entrar a la olla junto con una bolsita de garbanzos ya remojados para hacer la perfecta sopa de verdura que todo lo cura. A unos pocos pasos, seguro encontraremos la cremería; compremos una crema gorda en donde poder clavar nuestra cuchara como si fuera un helado. Quesos, yogures y jocoque de verdad, con probióticos reales y felices, también a mucho mejor precio que en el súper, y ya de paso, si caminamos hasta el fondo del pasillo, podemos pasar por un ramo de claveles para alegrar la semana.
La carnicería y la tortillería. En el mismo mercado o fuera de él, si nos damos una vuelta a la carnicería descubriremos que no solo podremos comprar la medida justa y despellejada, molida, picada, fileteada o rebanada de carne de res, pollo, cerdo o hasta conejo, lista para guisarse o congelarse sino también paquetitos salvadores de cenas y comidas, como son las flautas delgaditas de res o pollo, las empanadas de queso o carne, chorizos preparados in situ, tortitas de papa hash-brown, cecina seca delgadísima y crocante, y varias maravillas más, según la carnicería. Y qué decir de las tortillerías, que además del kilo calientito de tortilla recién hecha, pueden vendernos tiritas o totopos fritos, listos para los chilaquiles del domingo o para la sopa azteca de cualquier buen día. Bolsitas de chicharrón, salsas de jitomate, tomate, chile rojo, huevitos en salsa, rajas de poblano con crema y cebolla, nopalitos cocidos y aderezados con cebolla, chile serrano y cilantro.
Recipientes de medio litro con chicharrón en salsa, duro o prensado, frijoles cocidos o refritos, arroz rojo o blanco con sus granitos de elote y su hoja de cilantro. Algunas veces hasta sopita de verduras o de pasta.
Todo esto estará hecho a mano, el mismo día, con los ingredientes que una misma usaría, a la manera de nuestra localidad, con los sabores de nuestro barrio y ciudad, ¿se puede pedir más?
Panadería vs pan industrializado. Si vamos a la panadería encontraremos pan verdadero, de harina, levadura y agua, tal como las diosas babilonias del pan se lo inventaron para dar de comer a todos sus hijos durante miles de años. ¿Han visto la cantidad de ingredientes que tienen en sus entrañas esos panes de caja industrializados que permanecen suavecitos y esponjosos durante semanas? Ni los hongos de la penicilina se los comen… yo tampoco.
Un platito de jocoque con fruta, mermelada o granola (del mercado) o con salsa de jitomate, tiritas de tortilla fritas y frijoles de la olla (de la tortillería) para desayunar o cenar. Un bolillo con frijolitos y una raja de queso panela para el recreo. Una dona, cuernito, polvorón, concha o mantecada (de la panadería) para la merienda, junto con un vaso de leche y una fruta madura.
Comida buena, sin complicaciones, todo natural, casero, cercano, placentero. No es más caro, ni tardamos más tiempo.
Dejémoslo simple y regresemos a casa.
Para saber más es importante visitar OPS/OMS Ecuador - Clasificación de los alimentos y sus implicaciones en la salud. https://www3.paho.org/ecu/1135...